
Soy apenas un punto, una débil señal
donde crepita feliz un soplo de la vida;
soy una prueba, excitante paradoja
entre posible y efímero.
Tú no comprendes a la mañana
de apuradas luces y arrojadas ansias;
no comprendes que todo, absolutamente,
se reduce a ella, a la tenue esperanza de abrazarla
y burlar la inútil sentencia del invierno
con sus sienes nevadas y párpados fríos.
Es la certeza del regreso al viento
la que espanta a la otra,
esa que habla de lechos eternos
y ríspidos finales.
Las primeras horas me reclaman
y yo acudo, nuevo, a estrenarme
como flor, como nube, como beso.